Hablar de cáncer hereditario implica abordar una realidad compleja y, a menudo, invisible. Como matronas, nuestro contacto estrecho con mujeres en diferentes momentos clave de sus vidas nos sitúa en una posición privilegiada para identificar factores de riesgo y acompañar en procesos de detección precoz. En el contexto español, nuestra labor no se limita al embarazo y el parto: también somos referentes en salud ginecológica, asesoramiento reproductivo y educación para la salud. Desde este enfoque, el cáncer hereditario no es un tema ajeno a nuestra práctica, sino una oportunidad de prevención y acompañamiento integral.
Cuando hablamos de cáncer hereditario, nos referimos a aquellos tumores que se producen como consecuencia de mutaciones genéticas transmitidas de generación en generación. Aunque suponen un porcentaje menor del total de casos oncológicos, su impacto es notable, especialmente en tumores como el de mama, ovario y colon. En el caso de los cánceres ginecológicos, el síndrome de cáncer de mama y ovario hereditario (HBOC) y el síndrome de Lynch son dos de los más relevantes, y las matronas debemos estar familiarizadas con ellos para poder identificar signos de alerta y derivar adecuadamente.
En nuestra consulta, muchas veces la primera pista aparece en la anamnesis familiar. Mujeres jóvenes que relatan casos múltiples de cáncer en su entorno directo, diagnósticos en edades tempranas o tumores bilaterales pueden estar ofreciendo señales importantes. Es aquí donde la matrona puede marcar la diferencia. Un simple “¿hay antecedentes familiares de cáncer?” puede abrir la puerta a una valoración más profunda. Y aunque no somos responsables del diagnóstico genético, sí lo somos de facilitar el acceso a los recursos adecuados, informar y acompañar emocionalmente.
La sensibilidad genética de algunos tipos de cáncer exige un abordaje individualizado. Las mujeres portadoras de mutaciones en los genes BRCA1 o BRCA2, por ejemplo, tienen un riesgo significativamente elevado de desarrollar cáncer de mama y/o ovario a lo largo de su vida. Detectar esta condición a tiempo permite optar por estrategias preventivas como la vigilancia intensiva, la cirugía reductora de riesgo o incluso decisiones reproductivas informadas como el diagnóstico genético preimplantacional. Nuestra labor como matronas, en este punto, no es solo informar, sino también contener, comprender y no juzgar. Acompañamos a la mujer desde una mirada holística, considerando sus miedos, dudas y circunstancias vitales.
En el entorno reproductivo, este tipo de diagnósticos adquieren una dimensión aún más compleja. Muchas mujeres descubren su condición de portadoras al inicio de su vida fértil, en pleno proceso de planificación familiar. Aquí, nuestra figura es especialmente relevante. Podemos asesorar sobre opciones como la preservación de la fertilidad antes de una intervención quirúrgica, la elección de métodos anticonceptivos adecuados o el acompañamiento emocional durante un embarazo tras un diagnóstico genético. Este abordaje multidisciplinar, donde colaboramos con oncólogos, ginecólogos, genetistas y psicólogos, no sería posible sin la presencia activa y comprometida de la matrona.
Educación, prevención y acompañamiento: claves de nuestra intervención
El cáncer hereditario, más allá del componente genético, también nos plantea un reto en términos de educación para la salud. Muchas mujeres desconocen que existen unidades de consejo genético en la sanidad pública, y que una derivación temprana puede salvar vidas. En nuestras consultas, talleres y espacios de educación maternal o para la mujer, podemos introducir estos temas con naturalidad, rompiendo tabúes y fomentando una actitud proactiva hacia la salud. Hablar de cáncer no tiene por qué ser alarmante; al contrario, informar de forma clara y empática puede reducir el miedo y empoderar a la mujer en la toma de decisiones.
Además, las matronas tenemos un papel esencial en la identificación de mujeres que pueden beneficiarse de un seguimiento específico. En mujeres con antecedentes familiares significativos, podemos recomendar pruebas ginecológicas más frecuentes, derivar a ginecología oncológica o sugerir estudios genéticos si los criterios clínicos lo indican. También acompañamos en el proceso posterior, que muchas veces implica decisiones difíciles, cirugías profilácticas o tratamientos con impacto en la fertilidad y la imagen corporal.
No debemos olvidar la dimensión emocional del cáncer hereditario. La carga genética no solo afecta al cuerpo, sino también a la identidad, a los vínculos familiares y al proyecto de vida. Recibir la noticia de que se es portadora de una mutación hereditaria implica enfrentar el miedo al futuro, la culpa hacia los hijos y la incertidumbre de los hermanos o sobrinas. Aquí, nuestra presencia puede ser profundamente reparadora. No damos respuestas médicas a todo, pero sí ofrecemos escucha, contención y cercanía.
Por último, el abordaje del cáncer hereditario también requiere una mirada comunitaria. Desde nuestra posición en atención primaria y hospitalaria, podemos contribuir a crear circuitos de derivación ágiles, impulsar campañas de sensibilización o colaborar en la formación continua de otros profesionales. La genética es aún una disciplina joven dentro de la salud pública, y la incorporación de las matronas en este proceso es clave para asegurar una atención centrada en la persona, accesible y con perspectiva de género.
El cáncer hereditario es, sin duda, uno de los retos emergentes en salud ginecológica. Como matronas, tenemos la responsabilidad y la capacidad de intervenir en múltiples niveles: desde la prevención hasta el acompañamiento emocional, pasando por la educación y la coordinación asistencial. Nuestra mirada integral, centrada en la mujer y su contexto, nos convierte en agentes fundamentales para afrontar este desafío de manera humana, eficaz y sensible.