Terapia para mamás primerizas: cuando el miedo o la ansiedad desbordan

La llegada de un bebé es un momento de intensa emoción y transformación, pero también puede desbordar a muchas madres primerizas. Sentir miedo, inseguridad o ansiedad ante la responsabilidad de cuidar a ese pequeño ser es algo más común de lo que creemos, y reconocerlo a tiempo es el primer paso para abordarlo con herramientas adecuadas. En este artículo, te hablo desde mi experiencia profesional como matrona experta en España, combinando un enfoque cercano con fundamentos técnicos, para que entiendas cómo y cuándo la terapia puede ser un gran apoyo.

Como matrona, he acompañado a decenas de mujeres en el posparto y he observado que el nivel de exigencia propio y ajeno puede generar sentimientos de incapacidad, culpa y angustia. A veces basta con escuchar ese crítico interno, otras veces aparece un miedo más intenso: el temor a que algo malo ocurra al bebé, dificultad para conciliar el sueño sin revisarlo cada pocos minutos o temblores corporales ante la menor señal de bebé intranquilo. Cuando estas sensaciones se prolongan y limitan tu día a día, hablamos de ansiedad patológica, un cuadro que merece atención especializada.

Entendiendo el miedo y la ansiedad en la maternidad

Desde el punto de vista neurobiológico, el nacimiento activa una serie de cambios hormonales y cerebrales: la oxitocina y la prolactina, esenciales para el vínculo y la lactancia, coexisten con cortisol elevado cuando percibimos estrés. Este desequilibrio puede dificultar la regulación emocional. Además, el itinerario de sueño fragmentado altera el procesamiento cognitivo y la tolerancia al malestar, haciendo que reacciones desproporcionadas sean más probables.

En consulta, utilizo herramientas de psicoeducación para explicar a las madres que estos procesos son adaptativos —y, en muchos casos, transitorios— pero que, si interfieren en su bienestar o en la relación con el bebé, conviene intervenir. El miedo excesivo puede manifestarse como:

  • Hipervigilancia constante: revisar la respiración y temperatura del bebé cada pocos minutos.
  • Pensamientos catastróficos: imaginar escenarios de riesgo extremos (síndrome de muerte súbita, enfermedades graves).
  • Rigidez de rutina: negarse a delegar o a salir de casa por temor a que algo suceda.

La ansiedad patológica, por su parte, se diagnostica cuando estos síntomas duran más de dos semanas, van aumentando en intensidad y generan evitación (por ejemplo, no querer bajar al bebé de peso o negarse a visitas). A nivel práctico, evaluamos su impacto mediante escalas estandarizadas (como la EPDS modificada para ansiedad) y entrevistas semiestructuradas.

Cómo puede ayudar la terapia

Incorporar un espacio terapéutico no significa que «no seas capaz», sino que te permites atención y autocuidado. La terapia mostoles ha demostrado eficacia al combinar enfoques cognitivo-conductuales con técnicas basadas en la regulación emocional específicas para la maternidad. En este modelo, trabajamos:

  1. Reestructuración cognitiva: identificar y cuestionar automáticamente pensamientos distorsionados (“si no estoy 24 h pendiente del bebé, algo malo pasará”) y sustituirlos por valoraciones más realistas.
  2. Técnicas de exposición gradual: ayudar a la madre a manejar la distancia y la confianza en otras personas o situaciones (ejemplo: permitir que el bebé duerma junto a su pareja, salir sola a pasear brevemente).
  3. Entrenamiento en relajación y mindfulness perinatal: ejercicios de respiración diafragmática adecuados para el posparto, prácticas de atención plena adaptadas a la interacción con el bebé, favoreciendo la conexión y reduciendo la hipervigilancia.
  4. Psicoeducación específica: comprensión de los cambios fisiológicos y emocionales tras el parto, desmontando mitos que aumentan la presión (por ejemplo, la idea de la “madre perfecta”).
  5. Apoyo en la crianza compartida: fomentar la implicación de la pareja y la red de apoyo, definiendo roles y estableciendo estrategias de comunicación para que el cuidado sea sostenible.

A nivel práctico, las sesiones suelen durar 50 minutos y se plantean de forma semanal o quincenal, según la gravedad inicial. Se puede combinar con grupos psicoeducativos donde las madres comparten experiencias y aprenden unas de otras, lo que refuerza el sentimiento de pertenencia y reduce el aislamiento.

Es fundamental evaluar continuamente los avances: usamos registros de pensamientos, escalas de ansiedad y entrevistas de seguimiento. En muchos casos, tras 6–8 sesiones, las pacientes describen una notable reducción del miedo y una mayor confianza en sus cuidados. Si fuese necesario, se coordina con su médico de familia o con Salud Mental para valorar refuerzo farmacológico en casos de ansiedad severa.

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